Dorothy Parker, lúcida y genial

DECADENCIAS

Dorothy Parker (1893-1967), que usó el apellido de uno de sus primeros maridos, porque su padre era un Rothschild de la rama pobre, fue un personaje típico de un tiempo brillante: el Nueva York de los años 20 y parte de los 30. Periodista y mujer aguda, cáustica, gran bebedora, perteneció a la célebre tertulia de la Mesa Redonda del Hotel Algonquin, donde se hizo numerosos amigos y enemigos y donde tenazmente se vio fracasar en el amor.

Autodestructiva (intentó suicidarse varias veces) y a la par, estimulante y brillante, Parker fue ante todo una gran periodista, una fulgente narradora del desencanto véase La soledad de las parejas– y algo que en España se ha sabido tarde, una gran poeta satírica, aunque uno diría que (el siglo XX) vio una fuerte desconexión entre la poesía lírica y esta otra poesía ingeniosa e incluso sarcástica que tendría como modelo antiguo a Marcial y a no pocos poetas del XVIII. El caso, con todo, es que si Dorothy Parker suele estar ausente de las listas de grandes poetas de su tiempo y de su lengua, sus libros de versos llegaron a ser enormemente populares...

Si mi memoria no falla, ninguno de los libros de poemas de la señora Parker se han traducido en España, por eso llama la atención (aunque haya que darle la bienvenida) la apuesta de la editorial Nórdica que con el título de Los poemas perdidos, con buena introducción y en bilingüe, nos presenta los poemas –generalmente publicados en revistas o periódicos– pero que Dorothy nunca recogió en libro. Es raro, pero la muestra es significativa de esta poesía muy a menudo irónica o incluso cínica, donde la autora se burla de las frases hechas y de muchos tópicos amorosos o románticos para darles la vuelta.

En un poema, Idilio, canta las bondades arcádicas del campo para los enamorados, concluyendo: «Ahora que lo has pensado seriamente…/ ¿Verdad que es genial que nunca pueda ser?»

Como no es difícil inferir en muchos poemas de Parker es muy importante la rima, porque su sonido ayuda al sarcasmo o a la ironía. Por ello la traducción es difícil. Creo que los traductores han hecho una buena labor varia, respetando a veces la consonancia y otras prescindiendo de la rima o volviéndola asonante, de modo que leemos a Parker en español en varios modos de los posibles.

Creo que el lector se sorprenderá con la modernidad crítica de una poesía que puede sonar a Iriarte o a Samaniego, pero con temas de hoy y una renovada picardía. Parker estuvo brevemente en la guerra de España (en Valencia si no me equivoco, eran los tiempos de su gran militancia izquierdista) y se dice que regaló su abrigo de visón –para que no pasaran frío– a un grupo de milicianos que la invitaron a un café.

Mujer nueva, independiente y amarga, su final (izquierdista en los Estados Unidos de la Guerra Fría) sólo pudo ser trágico: mucho olvido, poca escritura y alcoholismo. La cuidaba una amiga famosa, Lillian Hellman, pero hay quien dice que luego se aprovechó de la tajada. Un libro nuevo.